16. Los secretos de la edu-cámara
¡Este Edu Collado es la bomba! Por algo es un bloguero de pro. Sé que no va a reconocer que perdió su cámara… Un policía tampoco reconocería haber perdido su arma reglamentaria. Y no es que quiera regodearme en el hecho mismo del injustificable despiste que le hizo perder la cámara (para su tranquilidad, ya se la he enviado a su casa vía mensajero). Ya que me acaban de suspender el concierto de sus Satánicas Majestades en Valladolid y me he quedado sin plan para esta noche, os terminaré de contar lo que descubrí en la edu-cámara (¿nunca han hablado de ella en engadget?).
Como os decía, gracias a la apatía laboral de la cuarentona gruñona que hacía las sustituciones de verano en la Oficina de Objetos Perdidos, conseguí llevarme a casa la edu-cámara con tan sólo repetirle la información que venía en la etiqueta. No quiero ni pensar lo fácil que habría sido para cualquiera también llevarse mi portátil del depósito de objetos perdidos.
Metí la edu-cámara en el maletín de mi vespa-deluxe y salí disparado hacia algún lugar más tranquilo donde echarle un vistazo con más profundidad a mi nueva máquina de bloguear. Era la hora de comer y mi turno en la oficina no comenzaba hasta las cuatro de la tarde. Así que me dirigí al bar de Tolo, para picar algo y de paso ver si alguien había devuelto mi portátil. Al llegar al bar, me encuentro con una sorpresa, cuando menos bonita y agradable:
-Hola. ¿Qué le pongo? –me dice una jovencita desde el otro lado de la barra-.
-Vaya, parece que Tolo se ha cogido hoy un día de descanso –le digo con mi mejor sonrisa-. Soy Pablo, y creo que somos colegas de afición. Tú eres bloguera, ¿verdad?
Mi sexto sentido me permite identificar a un bloguero con sólo verlo. En otras ocasiones puedo adivinar incluso el ávatar, dibujo o foto con el que se muestra en la blogosfera. Con la nueva camarera no podía verlo con claridad: esta chica tenía algo inquietante. Al oír mi pregunta, se queda sorprendida, incluso paralizada:
-¿Quién le ha contado eso? ¿Cómo sabe que tengo un blog?
-Tranquila, bonita. Eso no es ningún delito. Soy un viejo lobo por estos “cyber-mares” y reconozco a una compañera de afición. Cuéntame, ¿has venido al bar por mucho tiempo?
-Soy la sobrina de Tolo. He venido a ayudarle un poco durante verano. Digamos que mis padres me han querido alejar de mi entorno habitual para ver si apruebo las asignaturas de septiembre.
-Eso está bien. Por el barrio el ambiente es tranquilo –afirmo-. Tendrás tiempo para hincar los codos. ¡Oye!, ponme una caña y una tapa de bravas, si me haces el favor.
Y por fin llegó el momento de echarle un vistazo al artilugio de Edu Collado. ¡Fascinante! No entraré en el detalle del zoom óptico, el zoom digital, o la velocidad de obturación. La cámara viene equipada con otras funciones más interesantes.
Doy un sorbo a la caña y observo que la tapita no es de patatas bravas como yo la había pedido, sino ali-oli, pero decido callarme por no turbar la satisfacción de la chica por lo que parece ser una de sus primeras experiencias como camarera.
Sigo repasando las funciones. Me llama la atención el “Blog-Casting”: mediante esta función podemos publicar directamente un fragmento de vídeo en nuestro blog. Me imagino que Edu la tendrá preparada para incorporar vídeos a entrevistado.com. No quiero desconfigurársela.
Otro botón dice “Blog-alerta”: esta función me suena, ¡y me fastidia que otro bloguero también disponga de ella! Se trata de mi sexto sentido para detectar blogueros implantado en un artilugio digital. Salí a la calle a probarlo. Bastaba con enfocar a un viandante y activar el “Blog-alerta”, y si se trataba de un bloguero, inmediatamente aparecía un indicador encima del bloguero detectado con información interesante: url del blog, ranking en Technorati, page-rank, links a su blog, frecuencia de actualización, fecha del último post… ¡Ahora mismo detecto que pasa por la calle un Microsiervo! Estoy seguro de que esta función le resulta muy útil a Edu para reconocer a blogueros interesantes para sus entrevistas.
Más: el botón “Pinocho”. La ayuda de la cámara dice que incorpora una auténtica Máquina de la Verdad. ¿Quieres emular a Julián Lago? Es una función fenomenal para comprobar la veracidad de la información que grabas. Volví a entrar al bar, enfocando a la nueva camarera:
-¿Te importa si te grabo un minuto? –le pregunto-.
-Preferiría que no –la respuesta la acompaña con un movimiento de mano para taparse la cara-.
-Dime nombre y edad –la verdad es que sonó como si fuera un pervertido grabando a su próxima víctima-. En serio, sólo es para probar mi nueva cámara. Todavía no sé ni cómo te llamas.
-Me llamo María, tengo 20 años y quiero que apagues la cámara. ¿Vale con eso?
Si la función “Pinocho” estaba funcionando bien, el color rojo que rodeaba su cara significaba que estaba mintiendo… Quizá no llegaba a esa edad.
-De acuerdo. No te molesto más –le digo mientras busco la siguiente función de la “edu-cámara”-.
“Omni-visión”, sonaba bien. Enfoqué al cliente del fondo de la barra que en ese momento se levantaba para abandonar el bar, y pulsé la opción “Rewind”. ¡Guaaaoo! No podía creer lo que veía a través del visor: el cliente retrocedía y se sentaba… todo marcha atrás. Por un momento pensaba que me había convertido en Fernando Alonso y su reloj Sandoz, dueño del tiempo. Sin embargo, el tiempo no retrocedía en la realidad, sólo a través del visor, enfocara donde enfocara. Para un reportero era una función propia de dioses: poder grabar algo ya sucedido sin estar presente en el momento del suceso. ¿Cuánto tiempo podría retroceder?
Lo probé… El máximo retroceso eran 48 horas. Así que se esfumó mi ilusión de grabar el asesinato de Kennedy con la edu-cámara y aclarar los puntos oscuros. Pero lo que sí pude ver fue lo que sucedió hace dos días en el bar: mientras yo me tomaba la ración de calamares invitación de la casa, Tolo alargó el brazo para arrebatarme mi portátil. ¡Vaya pillada! ¡Cuando le vea, se va a enterar!
-María, tengo que irme. Dile a tu tío que tenemos un asuntillo pendiente –le digo con algo de sorna mientras salgo del bar-.
Ya le he mandado la cámara a Edu. He visto que en la cinta tenía material grabado sobre Octavio Rojas, Andrés Pérez, Ferran Arricivita, Pepi Vicente, Fernando Polo, Antonio Fumero, Íñigo González, Antonio Toca, y Enrique Dans (¡cuánta sabiduría junta!). No le he tocado nada. Sobretodo del último, que está vetado en mi tratamiento. Sólo me he permitido una pequeña licencia: tengo un vecino bloguero nacido en Pekín, de nombre impronunciable, a quien yo llamo “Chino Blogueiro”. Le he dejado la cámara, porque me asegura que puede copiar exactamente cualquier cosa si envía por email a Oriente unas fotos internas del aparato. Así que te la ha tenido que desmontar. Espero que todo funcione como antes, porque cuando la ha vuelto a montar, sobraban varias piezas. Sin rencor.
¡Alegría!
Como os decía, gracias a la apatía laboral de la cuarentona gruñona que hacía las sustituciones de verano en la Oficina de Objetos Perdidos, conseguí llevarme a casa la edu-cámara con tan sólo repetirle la información que venía en la etiqueta. No quiero ni pensar lo fácil que habría sido para cualquiera también llevarse mi portátil del depósito de objetos perdidos.
Metí la edu-cámara en el maletín de mi vespa-deluxe y salí disparado hacia algún lugar más tranquilo donde echarle un vistazo con más profundidad a mi nueva máquina de bloguear. Era la hora de comer y mi turno en la oficina no comenzaba hasta las cuatro de la tarde. Así que me dirigí al bar de Tolo, para picar algo y de paso ver si alguien había devuelto mi portátil. Al llegar al bar, me encuentro con una sorpresa, cuando menos bonita y agradable:
-Hola. ¿Qué le pongo? –me dice una jovencita desde el otro lado de la barra-.
-Vaya, parece que Tolo se ha cogido hoy un día de descanso –le digo con mi mejor sonrisa-. Soy Pablo, y creo que somos colegas de afición. Tú eres bloguera, ¿verdad?
Mi sexto sentido me permite identificar a un bloguero con sólo verlo. En otras ocasiones puedo adivinar incluso el ávatar, dibujo o foto con el que se muestra en la blogosfera. Con la nueva camarera no podía verlo con claridad: esta chica tenía algo inquietante. Al oír mi pregunta, se queda sorprendida, incluso paralizada:
-¿Quién le ha contado eso? ¿Cómo sabe que tengo un blog?
-Tranquila, bonita. Eso no es ningún delito. Soy un viejo lobo por estos “cyber-mares” y reconozco a una compañera de afición. Cuéntame, ¿has venido al bar por mucho tiempo?
-Soy la sobrina de Tolo. He venido a ayudarle un poco durante verano. Digamos que mis padres me han querido alejar de mi entorno habitual para ver si apruebo las asignaturas de septiembre.
-Eso está bien. Por el barrio el ambiente es tranquilo –afirmo-. Tendrás tiempo para hincar los codos. ¡Oye!, ponme una caña y una tapa de bravas, si me haces el favor.
Y por fin llegó el momento de echarle un vistazo al artilugio de Edu Collado. ¡Fascinante! No entraré en el detalle del zoom óptico, el zoom digital, o la velocidad de obturación. La cámara viene equipada con otras funciones más interesantes.
Doy un sorbo a la caña y observo que la tapita no es de patatas bravas como yo la había pedido, sino ali-oli, pero decido callarme por no turbar la satisfacción de la chica por lo que parece ser una de sus primeras experiencias como camarera.
Sigo repasando las funciones. Me llama la atención el “Blog-Casting”: mediante esta función podemos publicar directamente un fragmento de vídeo en nuestro blog. Me imagino que Edu la tendrá preparada para incorporar vídeos a entrevistado.com. No quiero desconfigurársela.
Otro botón dice “Blog-alerta”: esta función me suena, ¡y me fastidia que otro bloguero también disponga de ella! Se trata de mi sexto sentido para detectar blogueros implantado en un artilugio digital. Salí a la calle a probarlo. Bastaba con enfocar a un viandante y activar el “Blog-alerta”, y si se trataba de un bloguero, inmediatamente aparecía un indicador encima del bloguero detectado con información interesante: url del blog, ranking en Technorati, page-rank, links a su blog, frecuencia de actualización, fecha del último post… ¡Ahora mismo detecto que pasa por la calle un Microsiervo! Estoy seguro de que esta función le resulta muy útil a Edu para reconocer a blogueros interesantes para sus entrevistas.
Más: el botón “Pinocho”. La ayuda de la cámara dice que incorpora una auténtica Máquina de la Verdad. ¿Quieres emular a Julián Lago? Es una función fenomenal para comprobar la veracidad de la información que grabas. Volví a entrar al bar, enfocando a la nueva camarera:
-¿Te importa si te grabo un minuto? –le pregunto-.
-Preferiría que no –la respuesta la acompaña con un movimiento de mano para taparse la cara-.
-Dime nombre y edad –la verdad es que sonó como si fuera un pervertido grabando a su próxima víctima-. En serio, sólo es para probar mi nueva cámara. Todavía no sé ni cómo te llamas.
-Me llamo María, tengo 20 años y quiero que apagues la cámara. ¿Vale con eso?
Si la función “Pinocho” estaba funcionando bien, el color rojo que rodeaba su cara significaba que estaba mintiendo… Quizá no llegaba a esa edad.
-De acuerdo. No te molesto más –le digo mientras busco la siguiente función de la “edu-cámara”-.
“Omni-visión”, sonaba bien. Enfoqué al cliente del fondo de la barra que en ese momento se levantaba para abandonar el bar, y pulsé la opción “Rewind”. ¡Guaaaoo! No podía creer lo que veía a través del visor: el cliente retrocedía y se sentaba… todo marcha atrás. Por un momento pensaba que me había convertido en Fernando Alonso y su reloj Sandoz, dueño del tiempo. Sin embargo, el tiempo no retrocedía en la realidad, sólo a través del visor, enfocara donde enfocara. Para un reportero era una función propia de dioses: poder grabar algo ya sucedido sin estar presente en el momento del suceso. ¿Cuánto tiempo podría retroceder?
Lo probé… El máximo retroceso eran 48 horas. Así que se esfumó mi ilusión de grabar el asesinato de Kennedy con la edu-cámara y aclarar los puntos oscuros. Pero lo que sí pude ver fue lo que sucedió hace dos días en el bar: mientras yo me tomaba la ración de calamares invitación de la casa, Tolo alargó el brazo para arrebatarme mi portátil. ¡Vaya pillada! ¡Cuando le vea, se va a enterar!
-María, tengo que irme. Dile a tu tío que tenemos un asuntillo pendiente –le digo con algo de sorna mientras salgo del bar-.
Ya le he mandado la cámara a Edu. He visto que en la cinta tenía material grabado sobre Octavio Rojas, Andrés Pérez, Ferran Arricivita, Pepi Vicente, Fernando Polo, Antonio Fumero, Íñigo González, Antonio Toca, y Enrique Dans (¡cuánta sabiduría junta!). No le he tocado nada. Sobretodo del último, que está vetado en mi tratamiento. Sólo me he permitido una pequeña licencia: tengo un vecino bloguero nacido en Pekín, de nombre impronunciable, a quien yo llamo “Chino Blogueiro”. Le he dejado la cámara, porque me asegura que puede copiar exactamente cualquier cosa si envía por email a Oriente unas fotos internas del aparato. Así que te la ha tenido que desmontar. Espero que todo funcione como antes, porque cuando la ha vuelto a montar, sobraban varias piezas. Sin rencor.
¡Alegría!
Etiquetas: 11-20
10:59 p. m.
Lo dicho, te tengo que invitar a algo cuando quieras, porque es l aprimera vez en mi vida que me dedican 2 posts, bueno, casi la primera, además ¿me devolverás la cámara? ;-)
10:25 a. m.
Pablo, asistencia al Bordiu52 para el segundo Blogs&Blues YA!!!
Si confirmas asistencia, los organizadores prometemos intentar traer a Enrique Dans a la convocatoria ;-)
Un abrazo.
10:16 a. m.
Tanto el Bordiu52 como el Bar Tolo están cerca de mi pensión, así que haré una excepción (ya sabes que no soy muy deboto de estos eventos). Gracias por la invitación. ¡Alegría!