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47. Alguien voló sobre el blog del cuco

-¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhh! -retumbó el grito de la enfermera en toda la Corporación Dermoestética al abrir la puerta del armario, y entonces sentí en la cabeza el golpe de lo que debía ser la pesada base de un flexo-.

... fundido en blanco ... todo en silencio ...

No sé cuántas horas habían pasado, pero seguro que muchas. Me desperté en una habitación típica de Hospital, aunque sin apenas mobiliario y con unas sospechosas rejas en las ventanas que no parecían dar a la calle Hermosilla, sino a campo abierto. Me acerqué a la puerta.

-¡Eeeehhhh! ¡Esto está cerrado! -grito- ¿Qué tipo de broma es ésta?
-Vuelva a su cama -alguien comenta al rato desde el pasillo, al otro lado de la puerta-.
-¿Dónde estoy? ¿Es esto la clínica de Corporación Dermoestética?
-Tranquilícese. Está en un lugar donde le vamos a poder ayudar.

Ya después me contaron que me encontraba en el Lafora, ¡un centro psiquiátrico! ¡Lo que antes llamábamos un manicomio para locos! Me parecía increíble que me estuviera pasando esto. El más grande de los blogueros: encerrado por loco. En cuanto tuviera un ordenador a mi alcance, iba a poner a unos cuantos a bajar de un burro. ¿Dónde estaba el Dr.Fon? Tantos años de sesiones, para que ahora no me sacara de aquí.
El primer día que conocí la zona común del área de adicciones no se me olvidará jamás. Aquello estaba masificado, debido a todo el daño que estaba haciendo Internet en nuestra sociedad:



-¡Todos! -dijo una enfermera-. Quiero que saludéis a vuestro nuevo compañero: Pablo, Pablo Guero.
-¿Cómo? -grita un jovencito despeinado-. Pablo Guero soy yo.
-¡Nada de eso! -se oye otra voz al fondo-. El gran Pablo Guero soy yo.

En un momento se había montado un revuelo formidable. Yo estaba alucinando. Al final iban a hacerme dudar de si yo era el verdadero Pablo Guero. Así que me dirigí hacia la zona de la televisión. Me siento al lado de un chico de color negro como el betún.

-Hola, ¿ponen algo interesante? -le digo-. Yo soy Pablo Guero.
-Qué tal -me contesta-. Yo soy Enrique Dans.
-¡Ya empezamos! -pienso-.

Los días fueron pasando entre gente tan famosa: al Enrique Dans y los "Pablo-Gueros" había que sumarles al menos un Abladías, una Sonia Blanco, tres Microsiervos y un Netoratón. Pero hubo alguien que cambiaría mi vida, y que daba sentido a mi ingreso en el centro. No tendría más de 30 años, muy pálido y que sólo repetía una frase todo el tiempo:

"Es el fin de la humanidad, un virus está atacando la Brasilerinha-J3003, en el sector andrómeda XF13-6KL35"

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