53. Vuelta a casa, casi
-¡Matías, arranca! -le grito saliendo del portal de la consulta del Dr. Fon a todo correr-. Ya tengo portátil nuevo.
-Pablo, si sigues así, no sólo no te darán el alta médica, sino que terminarás en la cárcel.
-¡Qué va...! Confía en mí, Matías. Tengo que cumplir esta misión, y toda mi vida tendrá sentido. Tengo muchas cosas que contar. Ahora mismo voy a actualizar el blog con las últimas historias de mi encierro. Tú conduce hacia casa.
De camino voy escribiendo en el portátil más rápido que Enrique Dans, a tropecientas pulsaciones por minuto. Algo me dice que no tengo mucho tiempo, y mis lectores de toda la vida tienen que conocer todas mis averiguaciones. La conexión 3G estaba emitiendo perfectamente. Paramos en una tienda de golosinas, para comprarle algo a Dieguete y llevarle también a mi Piluchi (siempre fui muy detallista). Luego seguimos camino.
-Pablo, creo que no podemos acercarnos más a tu casa -rompe el silencio Matías, veinte minutos después-.
Termino el artículo, le doy a enviar y cierro el portátil. En la calle, frente al chalet, tres coches de policía me están buscando. Evidentemente esperaban que fuera a mi casa. En el rellano creo distinguir a la pequeña Pixel, que está con Paula. El otro chico debe ser el asistente social.
-Matías, tengo que acercarme, aunque sólo sea para darle un beso a Piluchi y dejar a Diego. Tengo la sensación de que no les volveré a ver más... -me entristezco-. Iré escondiéndome hasta la parte trasera de la casa.
-Esto no va a terminar bien, Pablo. Es mejor que te entregues y aclaremos esto cuanto antes, que luego va a ser peor.
Desoyendo a Matías me acerco agachado con Diego por detrás de los coches. 300, 200, 150 metros... me voy aproximando.
-¡¡¡Papá!!! -grita mi hija Pilar, sin saber muy bien cómo me ha visto-.
-¡¡¡Mierda!!! -grito- Diego, vete con estas golosinas hasta donde está tu hermana, ¿lo harás?
-Sí -confirma, asientiendo con la cabeza-.
Y como un loco me pongo a correr en dirección al coche de Matías, mientras los coches patruya arrancan.
-Sí -confirma, asientiendo con la cabeza-.
Y como un loco me pongo a correr en dirección al coche de Matías, mientras los coches patruya arrancan.
La persecución por el extra-radio de Madrid se alarga durante 14 minutos. Qué situación más stressante. Nunca me había perseguido la policía. A Matías tampoco; no hay más que ver la forma desesperada en que conduce, seguramente aprendida con la Playstation. Tras saltarnos el octavo semáforo, e incorporarnos a la M-40, divisamos a lo lejos infinidad de luces de policía, también de ambulancias, ... es el fin.
Sin embargo, al acercanos a lo que parecía un control, nos sorprenden las llamas que se elevan en la mediana. Parece que ha habido un grave accidente entre una camión cisterna de Repsol y un autobús de línea. Decenas de personas están atrapadas.
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