<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d31360826\x26blogName\x3dYo+no+leo+a+Enrique+Dans\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://yonoleoaenriquedans.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_ES\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://yonoleoaenriquedans.blogspot.com/\x26vt\x3d3223530000520345517', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

53. Vuelta a casa, casi

Matías, arranca! -le grito saliendo del portal de la consulta del Dr. Fon a todo correr-. Ya tengo portátil nuevo.
-Pablo, si sigues así, no sólo no te darán el alta médica, sino que terminarás en la cárcel.
-¡Qué va...! Confía en mí, Matías. Tengo que cumplir esta misión, y toda mi vida tendrá sentido. Tengo muchas cosas que contar. Ahora mismo voy a actualizar el blog con las últimas historias de mi encierro. Tú conduce hacia casa.

De camino voy escribiendo en el portátil más rápido que Enrique Dans, a tropecientas pulsaciones por minuto. Algo me dice que no tengo mucho tiempo, y mis lectores de toda la vida tienen que conocer todas mis averiguaciones. La conexión 3G estaba emitiendo perfectamente. Paramos en una tienda de golosinas, para comprarle algo a Dieguete y llevarle también a mi Piluchi (siempre fui muy detallista). Luego seguimos camino.

-Pablo, creo que no podemos acercarnos más a tu casa -rompe el silencio Matías, veinte minutos después-.

Termino el artículo, le doy a enviar y cierro el portátil. En la calle, frente al chalet, tres coches de policía me están buscando. Evidentemente esperaban que fuera a mi casa. En el rellano creo distinguir a la pequeña Pixel, que está con Paula. El otro chico debe ser el asistente social.
-Matías, tengo que acercarme, aunque sólo sea para darle un beso a Piluchi y dejar a Diego. Tengo la sensación de que no les volveré a ver más... -me entristezco-. Iré escondiéndome hasta la parte trasera de la casa.
-Esto no va a terminar bien, Pablo. Es mejor que te entregues y aclaremos esto cuanto antes, que luego va a ser peor.
Desoyendo a Matías me acerco agachado con Diego por detrás de los coches. 300, 200, 150 metros... me voy aproximando.
-¡¡¡Papá!!! -grita mi hija Pilar, sin saber muy bien cómo me ha visto-.
-¡¡¡Mierda!!! -grito- Diego, vete con estas golosinas hasta donde está tu hermana, ¿lo harás?
-Sí -confirma, asientiendo con la cabeza-.

Y como un loco me pongo a correr en dirección al coche de Matías, mientras los coches patruya arrancan.
La persecución por el extra-radio de Madrid se alarga durante 14 minutos. Qué situación más stressante. Nunca me había perseguido la policía. A Matías tampoco; no hay más que ver la forma desesperada en que conduce, seguramente aprendida con la Playstation. Tras saltarnos el octavo semáforo, e incorporarnos a la M-40, divisamos a lo lejos infinidad de luces de policía, también de ambulancias, ... es el fin.
Sin embargo, al acercanos a lo que parecía un control, nos sorprenden las llamas que se elevan en la mediana. Parece que ha habido un grave accidente entre una camión cisterna de Repsol y un autobús de línea. Decenas de personas están atrapadas.

Etiquetas:

“53. Vuelta a casa, casi”

todos los capitulos

amigueros

blogsario

qué es un blog&rol

buscar

últimos consejos

blogmaster