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58. Mensaje para la salvación

Salí del vehículo huevo con la sensación de haber recorrido cientos de kilómetros en media hora. Mis padres me enseñaron cual era nuestro hogar. Se encontraba en lo que parecía una urbanización de lujo, donde abundaban materiales similares al marfil y metales blancos. Los chalets tenían una única planta y sus jardines de hierba perfecta no tenían vallas de división ni nada parecido.

-Ven hija. Siéntate conmigo al lado de la piscina -me dijo mi padre de quince años-. Esto es vida, ¿verdad?
-El aire parece más saludable y los materiales deben haber evolucionado mucho para apenas tener desgaste por erosión -le contesto-, pero seguís viviendo como hace seis siglos.
-Ya, pero ¿y si te dijera que esto no es la Tierra?
-¿En serio?
-No te engañaré: sí, estamos ahora en la Tierra, pero ahí arriba hay cientos de planetas que hemos colonizado. En todos ellos se ha replicado lo que tenemos aquí. No notarías la diferencia.
-¿Los conocéis?
-Muchos. En breves días volveremos a viajar a las nuevas colonias del sector Andrómeda.

¿Andrómeda? ¿De qué me sonaba a mí ese término? Y entonces recordé la frase del hombre del manicomio: "Es el fin de la humanidad, un virus está atacando la Brasilerinha-J3003, en el sector andrómeda XF13-6KL35". Se lo dije a mi padre por si tuviera algún sentido.

-Ynlaed, ¿dónde has escuchado eso? -me preguntó entonces mi madre alterada-.
-Fue en mi anterior vida, exactamente en un centro psiquiátrico. Había un hombre que sólo repetía eso. Me ofrecí para llevar el mensaje "al otro lado", y pensé que bastaría con llevarlo al mundo virtual donde estaba atrapada Melinda, pero veo que quizá "el otro lado" sea éste donde quiera que nos encontramos ahora.
-Las coordenadas son reales y la Brasilerinha es uno de los vehículos espaciales que están colonizando el sector Andrómeda. Aquel es nuestro próximo destino, y tengo el presentimiento de que algo no va bien -afirma mi padre-. Vamos a conectarnos a la Central de inmediato.


Dentro del chalet blanco, todas las paredes eran capaces de reproducir imágenes, por lo que en un alarde del desarrollo de la telepresencia, en un momento nos sentimos dentro de lo que llamaban la Central. Mis padres preguntaron a los responsables de la colonia Andrómeda por la nave espacial en cuestión. Por lo visto la última comunicación fue hace semanas, aunque su trayecto de vuelta lo estaba realizando según el rumbo previsto.

-Central -decía mi madre-, tenemos la impresión de que la nave ha podido ser atacada por vida extraterrestre -los virus eran una clase de vida especialmente temida según me contaron y, aunque se habían neutralizado miles de ellos, siempre pueden aparecer nuevos que pongan en peligro a la humanidad entera-.

Mi padre explicó que el virus pudo acabar con la vida de la tripulación de la nave, y que alguno de los supervivientes pudo haberse refugiado en la sala del Simulador, una de las zonas más seguras que hay. Sin posibilidad de comunicarse por otro medio, quizá entró en la cápsula de algún compañero que se encontraba en plena simulación distrayendo su mente durante el tiempo del largo viaje -ese es otro de los usos del Simulador-. Esto provocaría la alteración del comportamiento de su personaje virtual y repitiendo de por vida el mensaje de socorro. Esa acción puede dejar secuelas no sólo en el personaje, sino en la persona, por lo que intuyo que se dejaron el último aliento en intentar avisarnos. Las muertes traumáticas no están incluidas en el don de la inmortalidad.

-Entonces, ¿van a hacer algo? -pregunté curioso-.
-Sí, Ynlaed -me dice mi madre-, se iniciará un protocolo de cuarentena de todos aquellos vuelos que vuelvan de la zona y, si realmente se confirma dicha infección, contratacaremos al virus con firmeza.
-Ynlaed -dijo mi padre-, es posible que tu intervención haya salvado a la Humanidad.

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