15. Cuando encontré la cámara de Edu Collado
-¡Mi portátil! ¡Me han robado el portátil! –así resonaba mi voz hace unas semanas en el vacío bar de Tolo-.
Resulta que tras la crítica “destructiva” en mi blog por haberme echado del bar cuando exigía mi cereza Duff, la afluencia de clientes cayó en picado. También pudo influir que había llegado agosto, un mes tradicionalmente flojo en cuanto a clientela, pero estoy convencido de que mi artículo fue decisivo. Así que una mañana Tolo me reconoció por el barrio y me pidió disculpas por el malentendido de la cerveza. Me invitó a una ración de calamares y acordamos que rectificaría mi crítica. No es que yo me venda por una triste ración de calamares… Como mejor bloguero del mundo que soy, tengo que dosificar mi poder y utilizarlo para hacer el bien: ¡Tolo había aprendido la lección y no volvería a subestimar a un bloguero! Me fui a hacer la digestión de los calamares con la sensación del deber cumplido.
-¡Mi portátil! ¡Me han robado el portátil! –es lo que único que le puedo gritar a Tolo cuando vuelvo a su bar buscando mi maletín-. ¿De verdad no has visto salir a nadie con él? Lo dejé encima de la tragaperras mientras me tomaba los calamares.
-Igual te lo has dejado en otro sitio –me contesta-. Yo no he visto ni el portátil, ni a ningún ladrón. ¿Por qué no vas a objetos perdidos?
Se me pasan muchas explicaciones por la cabeza. Incluso que fuera el mismo Tolo el autor del hurto, como venganza por mi artículo. ¿Es posible que se esté riendo de Pablo Guero, el bloguero más grande que ha parido madre?
Es posible. Pero primero tendría que descartar otras posibilidades. Así que me dirijo a la Oficina de Objetos Perdidos, en Paseo del Molino nº 7.
-¿Qué desea? –me ladra una funcionaria cincuentona, mientras atiende una llamada de teléfono particular-.
-Pues verá… es que he perdido mi portátil…
-Mire: pase por este pasillo y en la quinta puerta de la izquierda vaya a las estanterías de electrodomésticos…
-Pero ¿no viene vd. conmigo?-parece que no, por el gesto de “haz lo que quieras” que me lanza la “amable” señora.
-Soy la suplente –me dice- y todos están en la playa. ¿Crees que tengo muchas ganas de mover mi culo?
Más de 1.000 metros cuadrados de objetos perdidos y sin otra ayuda que los cartelitos con códigos que poblaban las estanterías. Gracias a mis dotes de ratón de biblioteca llegué a la sección de ordenadores: allí estaban mezclados portátiles, PDAs, y algún smartphone… ¡pero de mi portátil, ni rastro!
Estoy media hora recorriendo otras posibles secciones. De estas mismas estanterías salen los lotes de joyas que se subastan en eBay cuando nadie las ha reclamado, pero mi condición de persona honrada y un puñado de cámaras de vigilancia, me impiden coger nada que no sea mío. Cuando ya me iba, algo me hace cambiar la forma de pensar:
-Espera un momento –digo para mí-. ¿No es ésta una cámara de vídeo familiar para un bloguero como yo?
Efectivamente, me jugaría mi vespa-deluxe a que era la cámara de vídeo de Edu Collado (Entrevistado.Com). En la etiqueta indicaba que fue encontrada hace 5 días en el bar Bordiú52. Cojo la flamante cámara y me dirijo hacia el mostrador de la cincuentona pegada al teléfono.
-¿Has encontrado lo que buscabas? –me dice interrumpiendo su acalorada conversación.
-Pues parece que sí…
-Necesito algo que pruebe que eres su dueño, alguna denuncia… -no sé si me lo está diciendo a mí, o a la persona que está al otro lado del auricular-.
-Si le digo dónde la perdí y la fecha, ¿valdría?
-Ummmm… ¡es que siempre estamos igual! –me dice con un gesto de falsa desaprobación-. Pero que sea la última vez, ¿eh?
No me lo podía creer: había perdido mi humilde arma bloguera (mi portátil), pero había encontrado una super-máquina de última generación (más que web2.0, era web2.5):
Resulta que tras la crítica “destructiva” en mi blog por haberme echado del bar cuando exigía mi cereza Duff, la afluencia de clientes cayó en picado. También pudo influir que había llegado agosto, un mes tradicionalmente flojo en cuanto a clientela, pero estoy convencido de que mi artículo fue decisivo. Así que una mañana Tolo me reconoció por el barrio y me pidió disculpas por el malentendido de la cerveza. Me invitó a una ración de calamares y acordamos que rectificaría mi crítica. No es que yo me venda por una triste ración de calamares… Como mejor bloguero del mundo que soy, tengo que dosificar mi poder y utilizarlo para hacer el bien: ¡Tolo había aprendido la lección y no volvería a subestimar a un bloguero! Me fui a hacer la digestión de los calamares con la sensación del deber cumplido.
-¡Mi portátil! ¡Me han robado el portátil! –es lo que único que le puedo gritar a Tolo cuando vuelvo a su bar buscando mi maletín-. ¿De verdad no has visto salir a nadie con él? Lo dejé encima de la tragaperras mientras me tomaba los calamares.
-Igual te lo has dejado en otro sitio –me contesta-. Yo no he visto ni el portátil, ni a ningún ladrón. ¿Por qué no vas a objetos perdidos?
Se me pasan muchas explicaciones por la cabeza. Incluso que fuera el mismo Tolo el autor del hurto, como venganza por mi artículo. ¿Es posible que se esté riendo de Pablo Guero, el bloguero más grande que ha parido madre?
Es posible. Pero primero tendría que descartar otras posibilidades. Así que me dirijo a la Oficina de Objetos Perdidos, en Paseo del Molino nº 7.
-¿Qué desea? –me ladra una funcionaria cincuentona, mientras atiende una llamada de teléfono particular-.
-Pues verá… es que he perdido mi portátil…
-Mire: pase por este pasillo y en la quinta puerta de la izquierda vaya a las estanterías de electrodomésticos…
-Pero ¿no viene vd. conmigo?-parece que no, por el gesto de “haz lo que quieras” que me lanza la “amable” señora.
-Soy la suplente –me dice- y todos están en la playa. ¿Crees que tengo muchas ganas de mover mi culo?
Más de 1.000 metros cuadrados de objetos perdidos y sin otra ayuda que los cartelitos con códigos que poblaban las estanterías. Gracias a mis dotes de ratón de biblioteca llegué a la sección de ordenadores: allí estaban mezclados portátiles, PDAs, y algún smartphone… ¡pero de mi portátil, ni rastro!
Estoy media hora recorriendo otras posibles secciones. De estas mismas estanterías salen los lotes de joyas que se subastan en eBay cuando nadie las ha reclamado, pero mi condición de persona honrada y un puñado de cámaras de vigilancia, me impiden coger nada que no sea mío. Cuando ya me iba, algo me hace cambiar la forma de pensar:
-Espera un momento –digo para mí-. ¿No es ésta una cámara de vídeo familiar para un bloguero como yo?
Efectivamente, me jugaría mi vespa-deluxe a que era la cámara de vídeo de Edu Collado (Entrevistado.Com). En la etiqueta indicaba que fue encontrada hace 5 días en el bar Bordiú52. Cojo la flamante cámara y me dirijo hacia el mostrador de la cincuentona pegada al teléfono.
-¿Has encontrado lo que buscabas? –me dice interrumpiendo su acalorada conversación.
-Pues parece que sí…
-Necesito algo que pruebe que eres su dueño, alguna denuncia… -no sé si me lo está diciendo a mí, o a la persona que está al otro lado del auricular-.
-Si le digo dónde la perdí y la fecha, ¿valdría?
-Ummmm… ¡es que siempre estamos igual! –me dice con un gesto de falsa desaprobación-. Pero que sea la última vez, ¿eh?
No me lo podía creer: había perdido mi humilde arma bloguera (mi portátil), pero había encontrado una super-máquina de última generación (más que web2.0, era web2.5):
la edu-cámara para vídeo-bloguear
Etiquetas: 11-20
3:03 p. m.
Me tienes en vilo, ¿cuándo podré recuperar mi cámara?, voy a tener que ir a visitar al Dr. Fon porque sin mi cámara no soy nadie.
Socorro!!!!!, por cierto, ¿cuándo nos vemos en Bordiú 52?
1:47 a. m.
Ya te he enviado la cámara de vuelta. Ha habido algún problemilla, espero que no te enfades. Durante un tiempo quizá será mejor no pasarme por el Bordiú 52. Sin rencor, ¿eh?
12:34 a. m.
Hombre sabiduría, sabiduría es un poco (o un mucho) exagerado. Yo creo que cualquiera que vea las entrevistas se dará más cuenta de que se trata de la "Universidad de la Vida" como dice mi suegra.
Y espero que no se entere de que le estoy dando la razón.